Atras

Era una calurosa tarde de verano, mediodía para ser exacto, el sol se encontraba en lo más alto del cielo, calentando todo aquello que se cruzaba con su brillante fulgor. El aire era irrespirable, las sombras no eran de ayuda, y allí estaba yo, caminando por la solitaria y silenciosa acera. 

Debía de haber estado en aquel lugar minutos atrás, pero el calor abrasador hizo de cada acción de mi rutina un infierno. Caminaba a paso lento debajo del abrasador sol, correr no era una buena opción ante tal potente calor. Me detenía bajo las tibias sombras y bebía de lo que ahora era agua caliente, antes fresca y helada. Aún faltaban unas cuantas calles hasta mi destino.

Continúe mi travesía por aquel infierno en la tierra, por aquel caluroso día de verano que arrasaba con todo a su paso. Mientras caminaba, oí unos pasos que venían detrás de mí. Por simple respeto decidir no voltear hacia la persona, por más curiosidad que me causara quien también sufría el mismo destino que yo.  

Seguí con mi travesía y, al llegar a la calle siguiente, los pasos seguían detrás de mí. Más cerca que segundos antes. “Tal vez es una persona apurada que va en mi misma dirección” Pensé y continúe caminando. 

Mientras las pisadas se hacían cada vez más notorias, escuchaba como la persona hacia ruido con sus labios, como pronunciaba una simple palabra, “Hey!”, para llamar mi atención. 

Me detuve e intenté voltear, pero algo, algo dentro, muy dentro de mí, me decía que aquello era una mala idea. Voltear no era buena opción, así que olvidé aquel pensamiento de ver hacia atrás y volví a mi caminata. 

El sol se sentía más fuerte que minutos atrás y los pasos aún seguían detrás de mí, la persona aún me seguía después de tres calles. Decidí, en vez de tomar el camino más simple y corto, girar en la esquina más próxima y así evitar que aquella persona me siguiera. 

Eso mismo hice y, al doblar la esquina, pude sentir como el alivio venía a mí, firmemente creyente de que la persona seguiría de largo. Caminé unos pocos metros y de nuevo, allí estaban, esas pisadas, ahora aún más cerca que antes, casi pisando mis talones. Y una voz, una potente voz que gritaba mi nombre, que gritaba como si su rostro estuviera cerca de mi oído, aturdiéndome por la fuerza de su voz. 

Apresure mi andar para dejarle atrás, pero aun así parecía mantener la misma distancia, casi sintiendo su cuerpo cercano al mío, como si se abalanzara sobre mí y sus gritos, su voz que nunca se detenía. Continúe así, yendo rápido, comencé a correr, ya no me importaba el calor, quería sacarme a aquella persona de encima, , quería dejar de oír su estrepitosa voz. Pero por más que intentara e intentara seguía allí, detrás de mí, gritando mi nombre.

Voltear, no podía, pues algo me decía que aquello seria mi fin. Intente visualizarlo por el rabillo del ojo, pero no lograba ver bien quien era. Seguí corriendo, más y más, más rápido, con más fuerza. El calor desgastaba rápidamente mis energías, pero aun así, corrí y corrí.

Se detuvo, los pasos ya no se oían, la voz ya no gritaba. El silencio inundo las desoladas calles de aquella calurosa tarde de verano. 

Me detuve para recuperar el aliento, para hidratarme nuevamente. Poco me importo que el agua estuviera caliente. Ya tranquilo, con el alma de nuevo en el cuerpo, decidí voltear para ver si me encontraba seguro, si no había alguien en la distancia.  Ni un alma, ninguna persona, ni siquiera los autos transitaban las calles, solo estaba yo y solamente yo. 

Suspiré calmado, contento de haberme librazo de aquella persona. Giré para retomar mi camino y sentí como algo me tomaba del rostro. Como una gran y fuerte mano presionaba con fuerza mi cabeza. Aquello, aquella monstruosidad, me levanto con facilidad y dijo a mi oído:

Luego, Frio. Frio fue lo único que pude sentir. Frio, en aquella calurosa tarde de verano.